Las colillas llevaban tiempo ahí. Estaban pisoteadas y supuraban un caldillo negro. Algo repugnante, sí.
He elegido la resolución, le he quitado el flash para reflejar bien la crudeza de la estampa y he encuadrado pero no conseguía nitidez. Me he dado cuenta de que tenía que ponerlo en modo primer plano y he vuelto a encuadrar. He tirado la foto. Pero no podía irme así como así. Me quedé un rato en cuclillas, mirando. Con ansiedad, no sé.
Hice esto:
Y me he quedado un poco preocupado.
Y no es para menos, chico...
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Es grave.
Muy grave.
Pero la foto muy bonita, oyeme.
Me están preocupando de verdad.
ResponderEliminarBueno, al menos has reconstruido la ventana y los de abajo ya se podrán asomar a ella dignamente.
ResponderEliminarMe encanta la foto. Pero creo que sufres el mismo mal que mi pobre hermana, que no soporta las líneas que no encajan... serán padecimientos típicos de los diseñadores...¡Mua!
ResponderEliminarLo malo de la naturaleza es que ni alinea, ni distribuye, ni justifica ni centra nada. Es demasiado orgánica.
ResponderEliminargenial
ResponderEliminarHombre, es que la primera estaba mal, ¿no?
ResponderEliminarLos lugares por los que perplejo retoza... esos rincones del inframundo, escenarios anexos a posibles zulos donde podrían estar niños secuestrados. Pisadas, barro, colillas, ¿un muelle? Menuda sordidez. Me encanta haberte conocido con esta entrada.
ResponderEliminarLa verdad es que era un trozo sin asfaltar en la entrada de mi oficina. La magia del encuadre, ya sabe.
ResponderEliminarTambién me alegro de haber hecho contacto con usted, Perico. Recomiendo a todos su blog.
...su blog que es: pericoromero.wordpress.com
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