viernes, 9 de agosto de 2013

Amarillo (1)


El alumno más joven de su clase, el más disciplinado de su promoción, tras doce años en la facultad y seis meses de iniciación con los ancianos, pasando calamidades sin emitir queja alguna. Allí estaba vestido de novicio en la sala de los candiles, muerto de frío o temblando de ansiedad. No tenía ambición por pasar la prueba, más bien deseaba ver el rostro de aquella mujer que sólo había conocido por sus encíclicas. La oratoria más elegante y sólida que había analizado nunca. Estaba en el extremo más distante de la sala circular. Tan sólo podía distinguir una capucha azafrán con la escasa luz que arrojaba una vela. Dicen de ella que es hermosa.

Un anciano subió al atril, pasó página al libro e hizo algunas anotaciones. Pidió que los reunidos se pusieran de pie. El examen daba comienzo:

– Presentes cuatro jueces, el secretario y el aspirante. Da la réplica La Decana. En esta ocasión, Ella ha querido iniciar el diálogo.

El novicio tuvo que secarse el sudor de las manos con el hábito. La costumbre era que el aspirante expusiera tema. Había previsto minuciosamente las posibles refutaciones, estaba seguro de no haber dejado resquicio alguno. Pero si La Decana iniciaba con una pregunta estaba perdido. Las expectativas puestas sobre él iban a salirle caras. No quería, nunca quiso, ser el alumno más prometedor. Sólo deseaba no decepcionarla.

1 comentario:

  1. Me gusta.
    Aquí intuyo amarillo, pero también, rojo. Nervios, excitación... ¿por qué cada color tiene una sensación visceral tan gráfica?

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