La tarde que ocurrió la Final del Mundial caminaba apresurado por la calle. Era uno más entre millones de personas abanderadas, vestidas y maquilladas con los colores de la selección española de fútbol. Acudíamos a una emoción compartida.
Oi a mi espalda: "¡A mí el fútbol me da igual!". Al mirar hacia atrás vi que un hombre de aspecto elegante estaba hablando por teléfono. Sospecho que a su interlocutor, a su vez, le daba igual este dato. También creo que no hacía falta gritar al micrófono para ser entendido.
Hagan memoria. Evoquen a esas personas que leen los titulares enarcando una ceja con actitud de "a mí no me engañan". Gente para la cual popular es equivalente a populista y además lo hacen saber. Cultivados, o a eso aspiran, que desprecian el refrán y repiten con devoción las citas célebres. Unos indeseables. Les conozco bien porque en ocasiones, confieso, he sido uno de ellos. Estremecedor.
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