– Y dígame... disculpe, ¿cómo era?
– Gabriel. Gabriel Martínez San.
– Dígame, Señor Martínez, ¿por qué nos ha elegido usted?
– Me parece que ofrecen buenas oportunidades para aprender, desarrollarse en un equipo de excelentes profesionales y me gusta la política con los empleados.
– ¿Alguien le ha dado referencias?
– Sí, Luzbel Gómez.
– ¿Luzbel? No me suena.
– Trabajaba en La Génesis.
– ¡Ah! Usted se refiere a Lucifer.
– Sí, sí. Los amigos le llamamos, ya sabe...
– Oh, sí, claro. Amigos. Pues muy bien, muy bien... ¿Y tiene experiencia como arcángel? No he visto que haya trabajado en nada muy sagrado.
– En lo que viene siendo el cielo no, pero he estado trabajando de cara a humanos en labores evangélicas. Tres siglos en calidad de inspirador profético y medio siglo más encarnado en cuerpo mortal.
– ¿Y qué tal el trato?
– Bien, muy bien.
– ¿Y por qué lo dejó?
– Me lapidaron... y tal.
– Ah. Ya veo. Pues mire, justamente necesitaba a alguien con experiencia de cara a humanos.
– ¿Sí?
– Oh, sí. ¿Y ha fecundado usted alguna vez?
– Profesionalmente no.
– ¿Pero domina el método?
– A nivel intermedio.
– O sea: que no.
– Dominar del todo... no.
– A ver, le explico. Ya tengo un espíritu que precisamente ha participado en un proyecto para crear vida a partir de metano. ¿Le suena Alfa Centauro?
– Sí, sí, sí. Claro. Muy buen sitio.
– Bueno, pues de ahí viene. Lo que pasa es que Él se encargaría más de la parte técnica porque tiene forma de paloma y las hembras humanas no se muestran receptivas. Estamos buscando una hembra sugestionable que no entienda mucho de concepción pero es que ahora saben latín... ¡Eh! Que yo no es que tenga nada en contra de los espíritus en forma de paloma...
– No, no. Si ya imagino, ya.
– A lo que iba. Veo en el currículum que cuando no se manifiesta en forma de luz tiene buena presencia. ¿La foto es actual?
– De hace tres siglos.
– Me vale. Pues necesito que se transfigure usted delante de una humana que ya le indicaríamos y en el momento oportuno le haga caer en arrebato místico de tal manera que se deje fecundar luego. Pero con discreción, ¿me entiende? Que luego salimos en todas las iconografías como pasó con alguno que yo me sé.
– Claro, claro. Una cosa sutil.
– No, de sutil nada. Discreto, que no es lo mismo. Tendría que bombardearla con puro amor, ¿me entiende? Conseguir que la humana se deje fecundar hasta por una espora de champiñón de lo agradecida que se va a sentir. Imagino que habrá arrobado usted humanos con anterioridad.
– Hasta que me quemaron, sí. Fíjese que me levantaron una capillita, lo pone ahí.
– Ah, sí. Pues eso. No podemos fallar. Sería un escándalo ir apareciéndose una y otra vez. Por lo de las iconografías, ya me entiende.
– Sí, sí.
– ¿Y qué sueldo pide?
– Eh... pues lo normal. Quiero trabajar aquí por desarrollarme en técnicas excelentes y aprender en un equipo de profesionales nuevos. Además me implico mucho en el trabajo aunque mi defecto es que soy demasiado perfeccionista.
– ¿Pero qué sueldo es el normal para usted?
– Bueno, depende del prorrateo, las pagas, las vacaciones...
– Vale. De momento sólo le podríamos hacer un contrato a prueba por seis décadas. Eso por Ley Cosmogónica, ¿sabe? Pero una vez superado el plazo negociaríamos el sueldo y tendría el indefinido. La proyección profesional de un arcángel es muy buena, a largo plazo.
– ¿Plazo eterno?
– Depende.
– Claro.
– ¿Cuando estaría disponible para el advenimiento a la Tierra?
– Desde ya.
– Pues muy bien, a mí me vale. Pero primero debo confirmarlo con El Padre Nuestro y ya si eso, nos comunicaríamos a través de epifanía cayendo la Pascua más o menos.
– Estupendo.
– ¿Su número epifánico es éste del currículum?
– Sí, ¿le dejo una tarjeta?
– No, no. Pues nada. Muchas gracias, Señor Martínez. Puede disolverse que ya está todo.
– Pues gracias, ¿eh? Espero su epifanía.
– Con Dios...
– Alabado sea Su Nombre.
Con cariño y agradecimiento a M.