Hay una página web que, según repitieron los medios informativos en su día, aparece en raras ocasiones con diferentes nombres de dominio y sólo por la noche, desde, por lo menos, 2003. Nada se sabe del origen de esta web pues la IP del servidor aparece enmascarada. En todo caso la IP no es procedente de una granja de servidores o de un servicio de hosting normal. Parece ubicarse geográficamente en algún lugar de Estados Unidos pero cualquier persona con un mínimo conocimiento informático podría haber enmascarado el rastro. Sin embargo, los hallazgos posteriores hacen sospechar que, efectivamente, el ordenador del que procedía la descarga se sitúa en algún lugar del interior este de EEUU, delimitado en lo que se ha bautizado por los medios sensacionalistas como "el triángulo de la IP maldita".
No se sabe cuántas personas han entrado en esta página pero se ha relacionado con la desaparición de unas seis personas, todos varones. El caso desencadenante fue el de un chico de veinte años procedente de una pequeña población de Lousiana. Estuvo desaparecido durante semanas pero apareció su cuerpo a cientos de kilómetros de su casa, en Short Hills, estado de New Jersey. Su cadáver fue enterrado a poca profundidad cerca de una carretera comarcal casi abandonada pues esta vía dejó de usarse cuando los campos de la zona dejaron de cultivarse hacía años. La casualidad quiso que un equipo de topógrafos lo encontraran al realizar un trabajo de altimetría y dieron aviso a la policía.
Según la autopsia no murió de forma violenta aunque tenía algunas marcas de ataduras y hematomas. Aunque el cadáver estaba muy descompuesto debido al tiempo que había estado semienterrado, esto no justificaba lo abotargado que estaba el cuerpo. Se dedujo que murió asfixiado. Pero lo curioso del caso es que no había sido ahogado por inmersión sino intoxicado. Se podría decir que sus células explotaron por un proceso de osmosis y fue deshidratándose poco a poco.
La noticia, a pesar de lo truculento del caso, no trascendió. Sólo se comunicó el hallazgo inesperado del cadáver y se omitió el detalle de la muerte por deshidratación y las marcas de ataduras. La policía, al investigar el posible crimen preguntó al círculo próximo del chico. Encontraron muchas reticencias en sus compañeros de universidad pero acabaron relacionando su muerte con una página web que parecía ser la misma que la que habían visitado los desaparecidos procedentes de lugares muy distantes en el área comprendida entre Dakota del Sur, Lousiana y Ohio. Como parecía una hipótesis un tanto improbable y la policía no estaba capacitada para una investigación de este tipo, el caso quedó en suspenso y se limitaron a llevar el cadáver a su pueblo natal para que fuera enterrado.
Un mes después, esta hipótesis de la policía se filtró y apareció una reseña en la pagina de sucesos de un periódico de escasa tirada. Alertaba de una página web asesina en titulares de portada y como es normal, no se tomó en serio. Pero un hombre de cuarenta y dos años, de la ciudad de Coopertown, en Tennessee, sí que prestó mucha atención a este suceso y tras unas llamadas anónimas a la policía fue convencido para ir a jefatura. Por él ahora se conocen los detalles de la misteriosa página web.
En principio no fue en calidad de testigo para lo que aquel hombre fue citado sino para autoinculparse por el delito de pederastia, ya que, según relata, descubrió el site cuando una noche la vio anunciada en otras páginas de dudosa legalidad. Aunque no es fácil dar con lugares así en internet, el hombre estaba acostumbrado a frecuentarlos y fue recorriendo todas las webs que conocía comprobando con asombro que aparecía el mismo banner repetido muchas veces en todos los sites al mismo tiempo. Aunque el banner no aclaraba nada, el hombre no pudo resistir la curiosidad y acabó haciendo click en el enlace.
Según contó a la policía, lo primero que se veía en la página web era una especie de rito de iniciación. Una "prueba de hombría", ponía en grandes letras amarillas sobre fondo negro. La tal prueba consistía en contemplar imágenes muy truculentas, cada vez más violentas, en una sucesión de fotos o "slide" de casi diez minutos. Cualquier persona hubiera acabado sintiendo naúseas y saliendo de la web pero este hombre no era fácil de impresionar.
Después de esta primera prueba la página web prometía compartir "un secreto" y pedía aceptar la condición de estricta confidencialidad bajo pena capital. El hombre sonrió por la ocurrencia. No se lo pensó y simplemente marcó la casilla de confirmación y pulsó el botón de "conocer el secreto".
"El secreto" era un vídeo de mala calidad, pixelado y mal iluminado, donde sólo se veía a una persona sentada en una silla. Parecía un chico joven, vestido con una camiseta y vaqueros, un chaval como otro cualquiera. Lo único extraño era una especie de cuerda que pendía desde lo alto del encuadre del vídeo hasta su cabeza. Debajo del cuadro donde aparecía este vídeo había varias opciones. Una de ellas era "luz" y otra "donar".
Al pulsar el botón "luz" la imagen se aclaró con apenas unos segundos de retraso. Al ver el vídeo bien iluminado se podía apreciar que el chico estaba amordazado con una especie de bozal de metal y atado en la silla. Lo que al principio creyó que era una cuerda en realidad era un tubo de goma que parecía introducirse en su boca a través de la extraña mordaza. Al cabo de unos diez segundos, el vídeo volvía a oscurecerse.
El hombre creyó al principio que era un vídeo en bucle, tan sólo un montaje. Probó a pulsar el botón "luz" varias veces más, en diferentes momentos. El vídeo siempre respondía a la orden con el mismo retraso por lo que se acabó convenciendo de que la grabación no era tal sino que era una webcam en directo. El chico parecía estar sano, se movía levemente. Pero estaba cabizbajo, como cansado o somnoliento. No podía saber si era una broma de mal gusto en un medio donde todo el mundo quiere llamar la atención a toda costa.
Llegado a ese punto el hombre empezó a dudar. De ser una broma estaba muy bien lograda. Podría ser un asunto serio pero en vez de salir del sitio o pedir ayuda, sintió curiosidad por el otro botón. No pudo aguantar las ganas de pulsar la opción de "donar".
Al hacerlo, el tubo de goma se movió y al rato el chico movió las piernas, agitado. Parecía estar sufriendo una descarga eléctrica. Pero al fijarse bien comprobó como la camiseta se oscurecía alrededor del cuello. Parecía que se había empapado, como si el tubo suministrara agua.
El hombre contó a la policía que en ese momento echar agua al chico no le pareció un crimen y que no tenía forma de saber que en realidad se trataba de agua salada. Además había veces que el tubo echaba agua aunque él no pulsara el botón por lo que más personas que se fueron conectando estarían haciendo lo mismo. Distribuir la responsabilidad no era ningún consuelo. El hombre, arrepentido, confesó que dio agua al chico más de veinte veces hasta que no le vio moverse más.
Lo que acabó por asustar al hombre es que, al salir de la web saltaba un pop-up donde la página web "agradecía" al usuario su colaboración. Explicaba con mucha retórica que al pulsar "donar" estaba contribuyendo a una celebración de la libertad en internet. Desvelaba en ese momento que el líquido que fluía por el tubo de goma era agua saturada de sal y detallaba el tipo de muerte y los síntomas de intoxicación que estaba sufriendo la víctima. También especificaba el tiempo que se había estado observando la escena, el número de veces que se había pulsado el botón y el "porcentaje estimado de asesinato" que quedaba asignado al usuario.
El hombre quiso cerrar el pop-up ya completamente escarmentado. De inmediato aparecieron otros pop-ups, tan numerosos que eran imposibles de eliminar, donde aparecía escrita su IP, su dirección aproximada, el número de registro de su sistema operativo y, lo más impactante, su nombre y apellidos junto al juramento de confidencialidad que había confirmado minutos antes. Como las ventanas no paraban de aparecer hasta inundar todo el monitor, no tuvo más remedio que desenchufar su equipo y al reiniciarlo no quedó rastro de la página web ni tan siquiera en el historial del navegador.
El hombre había hecho un juramento de confidencialidad "bajo pena de muerte" en caso de ser incumplido. Alguien sabía quién era y dónde vivía por lo que se sintió tan atemorizado que no acudió a la policía ni se lo contó a nadie. Además, el hecho de cómo fue a parar allí y lo que hizo le convertía, en parte, en cómplice de la macabra ocurrencia.
Cuando el hombre se enteró del hallazgo del en los campos abandonados siguió la prensa hasta que dio con la sección de sucesos que relacionaba el cadáver con una página web. En esa noticia identificaban a la víctima, así que buscó su nombre en internet y en el anuario de su universidad comprobó con horror que su constitución y su rostro parecía corresponder con la figura de aquel chico que vio en el vídeo. Aquella figura pixelada, apenas una silueta, nunca se borró de su mente pero ahora era nítida, con nombre, apellidos y una familia que no comprendía el por qué de la tragedia. Los remordimientos, según dijo en el juicio, le impulsaron a romper su silencio a pesar de que tenía la certeza de que a él también le someterían a la misma tortura.
El hombre confesó todo lo relacionado con sus correrías en internet, entregó a la policía el disco duro de su ordenador y se declaró culpable de todos los cargos. El hecho de ser señalado como pederasta en una población pequeña y conservadora no parecía preocuparle tanto como la amenaza que apareció aquella noche en su pantalla. Ahora vive en la penintenciaria estatal para necesidades especiales de Nashville, irónicamente, por su propia petición, ya que allí dice sentirse seguro.
La historia que relató el hombre es demasiado pintoresca para creerla a ciegas y parece la proyección de su inconsciente para justificar sus repugnantes tendencias. Hay que tener en cuenta que vivía aislado, en malas condiciones y antes de la fecha de su relato, ya presentaba síntomas de manía persecutoria y conducta paranoide según los vecinos del pueblo. Las noticias sensacionalistas presentando meras especulaciones como una investigación real acabarían de perfilar su delirio.
Sí que es cierto que otros testigos cercanos a personas desaparecidas dentro del "triángulo de la IP maldita" dijeron tener constancia de que dichas personas habían entrado, noches antes de su desaparición, en una extraña página web de contenido "fuerte", aunque ninguno de ellos había oído hablar de ella en detalle. También es cierto que la historia del pederasta de Teennessee llegó a ocupar los noticiarios de todo el país y muchos de los testigos que aparecieron después fueron entrevistados en pleno fervor mediático, cuando el rumor y la especulación se mezclaron inevitablemente con los hechos contrastados.
Lo más probable es que este caso sólo se trate del delirio de un parafílico arrepentido, una paranoia que acabó siendo compartida por una población bienpensante aunque fascinada por lo morboso y detallado de la historia. Una semilla de miedo que encontró terreno fértil en una época en la que la tecnología avanza mucho más rápido que la sociedad e internet adquiere un carácter mágico, capaz de atraer bendiciones e invocar demonios. No dejemos que la ignorancia se convierta en superstición ni vayamos a la caza de brujas digitales. La realidad es mucho más escalofriante: más de 3.000 menores desaparecen cada año en EEUU.
Pero hasta que este caso quede esclarecido y se detenga a los culpables del asesinato del joven de los campos de Short Hills, sólo por si acaso, no se arriesgue a traspasar ciertas fronteras del mundo digital. Recuerde que las pesadillas de la web sólo entran en su casa si son invitadas.
The Daily Review (Morgan City)
21th of May. 2005
Traducido al español en la página "desaparecidos.com.ar"
Ay mamaíña.
ResponderEliminarEl mundo está enfermo.
No, el mundo, no. Yo.
ResponderEliminarEntonces se acaba de convertir usted en uno de mis escritores favoritos. ¿Continuará?
ResponderEliminar¿Le parece poco todo lo que ha pasado? ¡Asesina!
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